Discuten mis ánimos y mi espíritu, francamente ofendidos con mi corazón, sobre aquella luz que se apagó por desilusión, y se enojan y se alteran porque cada vez cuesta mucho más reponerse al desahucio ciego del amor; y mi alma implora fuerza y mi corazón en el rincón, muy terco palpita apenas, acorralado, sobreviviendo por poco a esta paliza. Llamen a la razón, es hora, es hora.
11 de abril de 1882 – San Lorenzo, medio día, 28 grados, en sensación 35, vientos fuertes. El sol tiene un extraño brillo, como si fuera a llover, pero no hay nubes a simple vista. Las flores del Ocobo brillan con fuerza. Estimado señor Vandercraft; Me encuentro completamente asombrado por las características de este lugar. Nunca imaginé que tendría el valor para entrar al Amazonas. Pensé que el solo hecho de venir a la nueva granada ya era suficiente muestra de valentía y amor a nuestro oficio, pero no, esto me ha superado. Por esa razón me tomé el trabajo de escribirle y enviarle estas notas personales arrancadas de mi diario. Esto como muestra de mi estimación hacia usted y por lo irrisorio de las situaciones que allí narro. Con este último gesto, quiero decirle que todo lo que leerá es completamente real. Le agradezco profundamente que recomendara mis habilidades como alquimista botánico a los galénicos de París. Sin embargo, las circunstancias ahora comprometen mi
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