Lo escrito a continuación, sucedió el 14 de abril de 2019, entre las 3 y las 8 de la mañana.
Y Reza sucintamente así:
Desperté. La noche no fue ni por
un minuto tranquila. Tengo aún los sonidos de las voces y la bulla taladrando
mi cabeza. No pensé jamás que semejante mujer pudiera terminar en mi cama, y
ahora está ahí, boca abajo, durmiendo tranquila. Sus cabellos rubios cortaban
el blanco de mi almohada mientras yo tenía la leve sensación de que la faena no
estuvo tan mala y por el contrario los gritos y los orgasmos se hicieron
presentes. Tenía rasguños en mis brazos, los antebrazos, las manos, el pecho y
en el abdomen, además del dolor en el pene, que no es necesario aclarar. Afuera
había rezos extraños, y recordé que ese día, era el domingo de ramos. La hoja
de palma que usaría para bendecirme estaba seca sobre la mesa de madera
agrietada, más por el sexo que por lo vieja. En ese momento tenía la extraña
sensación de estar siendo observado, pero pensé que debía ser sugestión por la
fiesta, aunque escuchaba susurros y voces en mis oídos, mientras un mareo
profundo se estaba apoderando de mi voluntad. A los pocos segundos, caí al
suelo y vomité un agua amarga.
Cerré los ojos y cientos de rostros extraños y difuminados aparecieron conforme sentí el palpito de mi corazón extrañamente lento e interrumpido. Un pensamiento perdido se abría paso entre los síntomas …es difícil explicarlo, pero creo que me estaba muriendo. Sí… estoy perdiendo sangre. El piso estaba exageradamente frío… Intenté abrir los ojos, pero una mano cálida me lo impidió… una mano ajena, con olor a látex - la rubia- pensé...
Cerré los ojos y cientos de rostros extraños y difuminados aparecieron conforme sentí el palpito de mi corazón extrañamente lento e interrumpido. Un pensamiento perdido se abría paso entre los síntomas …es difícil explicarlo, pero creo que me estaba muriendo. Sí… estoy perdiendo sangre. El piso estaba exageradamente frío… Intenté abrir los ojos, pero una mano cálida me lo impidió… una mano ajena, con olor a látex - la rubia- pensé...
El suelo se hizo distante y la sensación de vacío me hizo intuir que me estaba cargando - ¿ cómo puede hacerlo? Debe estar haciendo una fuerza exagerada…Soy un hombre macizo fundido entre sueños sin cumplir, litros y litros de vino y unos cien kilos de dura y maltrecha carne. Es extraño que las voces no se callaran y más curioso, que aun, probablemente desmayado, tuviera conciencia de lo que estaba sucediendo, pues escuché pasos lejanos, palabras enredadas, letárgicas, una que otra oración y un motor de coche…Por un momento me pareció escuchar un coro celestial y las risas de unos niños…pero podía estar equivocado. Era preciso afirmar, que, si no estaba muriendo, me estarían llevando a algún lugar, muy probablemente al hospital…Las voces empezaron a irritarme, y aunque movía las piernas por la pataleta, y los brazos por el fastidio, sentí más bien que estaba acostado sobre el aire...
De la nada apareció un terrible dolor en mi pecho, al mismo tiempo que un resplandor blanco ocultó las caras en mi mente, y no sé cómo explicarlo, pero los ruidos se hicieron lentos y pesados, como si mis oídos se desprendieran de mi cerebro. Un nuevo golpe en mi pecho me hizo regresar, y al abrir los ojos…- maldita sea ¡Seguía en el baño¡ - ¿Qué fue todo eso? – pensé.
El mareo era tan fuerte que las pupilas de mis ojos nadaban libres entre las cuencas. Tenía miedo de cerrar los parpados y volver a sentir aquello. Aún tengo la calidez de la mano presente…¿ y la rubia?. Me levanté como pude agarrándome de todo pero dar un paso en ese estado era más parecido a estar mirando un abismo gigantesco…el vértigo era profundo, y parecía que el mundo se estiraba y se contraía conforme respiraba… Me dolía el pecho - ¿qué put*s me pasó? – Me asomé y la vi igual, desnuda, con el cabello cortando el blanco de la almohada, impoluta, respirando tranquila, y es que, ¡ni se había movido!… ¿Quién me tapó la cara con la mano cálida? – enserio, ¿qué put*s pasa? Ojalá hubiera podido hacer algo más que solo tratar de mantenerme en pie. Me senté sobre la butaca y… - Un momento… ¿ por qué no me vi en el espejo? ¡pasé en frente! no me acuerdo de verme…ni porque fuera el conde. Pensé que ver mi estado pálido típico de la resaca, y los ojos hundidos entre profundas ojeras me tranquilizaría…si, porque solo significaba una cosa, estaba vivo, quizás muerto de la perra y la borrachera…pero vivo.
Me levanté y di el primer paso, y el mundo se volvió a estirar. Volví al baño y…y… casi me muero del susto, porque solo vi mi cuello, con la carne abierta y las vértebras expuestas, …grité asustado, era como si hubieran arrancado mi cabeza con un hacha vieja y sin filo. Las arterias temblaban y la sangre salía despacio…más o menos como en sincronía con mis lentos pálpitos. La borrachera desapareció, pero me entró un pánico fuerte. -Tengo que volver a ver… puede ser que este alucinando, puede ser que no haya tomado solo vino, puede ser, puede ser- me dije.
Despacio intenté asomarme al espejo…y que cobarde fui… asomé primero mi mano…y miré con el rabillo del ojo, y ahí estaba, normal, gorda y velluda.
Seguí con mi brazo…y si, ahí estaba, normal. Seguía mi hombro y… cerré los ojos aún con miedo, y me posé enfrente para esperar ver mi rostro pálido, y cuando los abrí…apareció la cabeza de la rubia pegada a mi cuello.
Mi corazón volvió en sí mismo y latió con fuerza. Cerré de nuevo los ojos y cuando los abrí, apareció una horrible calavera con tierra entre las cuencas como riéndose de mi confusión. Mi estado lamentable y la certeza confusa de no saber qué pasaba, me hizo arrodillar. Escuché pasos y una risita coqueta… - ¿ la rubia? ¿se ha despertado? Me alejé a rastras del baño y cuando llegué a la cama, ella no estaba…en su lugar había un baño de sangre que cortó el blanco de la almohada y las sabanas. Lloré de la impresión. ¡Vida hijueputa!
¿qué es lo que pasa? …caí al suelo de nuevo desesperado, y al tocarlo estqe hundió y sentí que caía por un abismo. El techo del dormitorio se hizo lejano en unos segundos, y la oscuridad total me abrigó.
La cara de la rubia apareció por todos lados, sonriendo, llorando, regañándome mientras yo seguía cayendo. El olor a alcohol me embriagaba, aunque no sabía de donde venia. Escuché murmullos lejanos…¡era su voz! y luego unos gritos. – ¡Carla!¡Carla! ¿en dónde estás? Grité con fuerza. Mi voz se hizo lejana en un eco profundo y luego regresó a mi boca y se metió entre mi pecho con fuerza. Vi mis peludas manos empuñando un cuchillo… ¡las vi!, y luego vi mil ojos sobre mí fuertemente fruncidos en ira. Estaba tan confundido como adolorido.
El sonido de una ambulancia rompió la atmosfera y regresé al suelo…Consciente y con la sobriedad más pura que jamás he tenido, escuché pasos acercándose a la puerta y me levanté rápido, volteé a ver a la cama y la sangre seguía allí…- ¿cómo voy a explicar esto? Sentí un agudo dolor en el pecho, y era porque mis manos gordas apretaban un puñal clavado entre mi esternón… el aire empezó a faltarme …luego sentí que unas frías manos estaban ahorcándome.
Tocaron con fuerza en la puerta y caminé con dificultad para esconderme en el baño y cuando llegué al espejó, apareció mi cabeza, pero no pálida, sino roja, un poco morada, con las venas brotadas, además de…la rubia, que estaba ahorcándome…. Caí otra vez al suelo, sin aire entre los pulmones, sintiendo que mis fuerzas se desvanecían… y luego, todo se volvió negro…
Varios hombres entraron por la puerta casi tumbándola. Uno me vio tirado en el suelo y con una mano cálida me cerró los parpados. Otro gritó de terror porque vio la cabeza de la rubia tirada al otro lado de la cama. -¿qué pasó aquí?...preguntó uno.- Parece un homicidio…y un suicidio…Hay que sacar a ese gordo de acá…- Si pero, mejor esperemos a que pase la procesión, llevan niños y …Me envolvieron en una bolsa negra y me cargaron hasta una ambulancia.
Semanas después, se chismeaba lo ocurrido:
Unos vecinos del lugar llamaron a la policía por la algarabía y la música a las tres de la mañana en la casa 21 de la calle 143. Allí vivía Mario, un abogado de 35 años, alto y corpulento, de andar pesado, conocido por sus fiestas de tres, cuatro, y seis horas seguidas, con fuerte escándalo, personas de dudosa reputación, y toda clase de bebidas alcohólicas, así como de sustancias ilegales.
El día anterior, Mario inició sus faenas como de costumbre a las cinco de la tarde, y sobre las diez de la noche, echó a todos los invitados con empujones, putazos, y patadas, a excepción de Carla, una rubia alta, de curvas pronunciadas, tacones de puntilla, piel perfecta, con rasgos fuertes, una mirada profunda y para nada coqueta.
La música, la risa y los gemidos fueron normales hasta las cuatro de la mañana. Luego de esa hora, todo se detuvo, el silencio fue apoteósico y solo se escuchó una ligera lluvia en el sector. Todos allí intuyeron que la fiesta había terminado. Sin embargo, adentro de la casa 21, Mario, poseído por las drogas y la confusión, decapitaba a la rubia de piel perfecta , confundido, llorando, al mismo tiempo que embargado en ira y soledad.
La fiscalía confirmó que el arma del homicidio fue una pala, cuyo metal oxidado y tosco propinó cortes severos y ásperos en el cuello de la víctima. Muchas personas juraron ver a Mario caminando al frente de su casa justo antes de la procesión para el domingo de ramos, desorientado y hundido en llanto, con los ojos metidos en ojeras y la ropa lavada en lo que parecía ser sangre, para luego entrar, cerrar la puerta y no volver a ser visto nunca más.
Por supuesto, ante lo visto, muchos llamaron a la policía y otros al número de emergencias. Al llegar uno de los paramédicos vio que Mario estaba en lo que se denomina “ pre mortis” un estado de catalepsia y agitación mental que se caracteriza porque la víctima , al estar consciente de que está muriendo, sufre un ataco de pánico y provoca un movimiento errático y enloquecido de los ojos, por lo que trató de calmarlo y taparle los parpados en señal de fallecimiento. La causa de muerte: trece apuñaladas en el pecho, propinadas por su propia fuerza, mano y voluntad.
La rubia estaba en la cama, desnuda, con las uñas rotas en señal de defensa. La mirada profunda y para nada coqueta estaba impresa en la cabeza, a dos metros de la cama. Solo hasta un par de semanas después que un policía volvió a la casa 21 para quitar los respectivos elementos de seguridad y las cintas de prohibido el paso, se supo que Mario estaba amenazado de muerte. Varias cartas y notas lo sentenciaban a una muerte escabrosa si no mostraba solidaridad en el caso N 82, un proceso polémico que hasta el día de hoy no se ha resuelto debido a la muerte repentina y macabra de testigos, abogados y jueces.
La fiscalía determinó que el móvil del crimen fueron las amenazas que Mario recibió durante todo ese año y que dieron como resultado un estado de paranoia que no pudo ser controlado por él, al no distinguir entre lo real y lo ficticio por mezclar alcohol y drogas. Al momento de subirlo a la ambulancia, seguía vivo. Murió camino al hospital.
En el bolso de la rubia, había un papel con el nombre completo de Mario, su dirección, una fotografía suya, una estatuilla de María auxiliadora y un revolver con cuatro balas.
Dedicado a quienes caminan desorientados
"Correspondiente a un sueño, escrito con mi puño y letra León Sanchéz®"
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